viernes, 5 de marzo de 2010

La fuerza telúrica que inicia mi historia personal

LAURA
Mi padre rezongaba. ¡A mí no me visiten en el cementerio!
¡Los homenajes y reconocimientos hay que hacerlos cuando las personas están vivas!
Mi madre no era tan drástica. Compraba flores y las repartía por los floreros de la casa, para ofrecer un perfumado y colorido recuerdo a sus muertos queridos.
Huérfanos prematuros. Desarraigados de sus territorios natales. Los dos no tenían tumbas que visitar.
Ella era Chillán, con el aroma de café con leche, sopaipilla y longaniza asada, que lo había impulsado a bajarse del tren, esa mañana cuando se conocieron en el mercado.
Él le habló de Lanco, su tierra. De sus praderas y lomajes suaves, verdes y húmedos, como sus ojos. De su gozo por los manjares culinarios que había propiciado aquel encuentro que sin saberlo aún, uniría sus vidas para siempre.
La fuerza telúrica del terremoto de 1939, los trasladó a la capital.
Ambos, jóvenes y hermosos se adoptaron a esta madre –metrópoli.
ALINE SE MUEVE ACOMODÁNDOSE UN POCO.
LAURA SE INCORPORA. TOMA LA MANTA SE ACERCA A ELLA Y LA ABRIGA.

(VUELVE A SENTARSE AL COSTADO POSTERIOR DE LA LAPIDA.)

El, se hizo viajante para volver a recorrer justificada y productivamente su paisaje sureño del que nunca quiso irse.
Ella tomó los refinamientos de la ciudad. De los remates trasladó señorío a su chalet de Eleuterio Ramírez, entre Serrano y Arturo Prat, comprado con el dinero común y un préstamo de la Caja Nacional de Ahorro.
Él, esforzado y trabajador, declaraba su sencillez y falta de ambición.
“Era feliz sentado en un cajón de manzanas”... Pero su princesa merecía más.
Mientras él viajaba. Ella leía, se cultivaba, aprendía ortografía, cálculo y economía doméstica.
Cocinaba betarragas confitadas y otras siutiquerías exóticas.
(CANTURREANDO UNA TONADA ANTIGUA)
Alta, morena, buena moza,
De piernas torneadas y figura armoniosa.
A su paso ondulante,
Jóvenes y maduros caballeros
Con graciosa reverencia,
Le ofrecían un respetuoso requiebro.

Cada mañana, dejaba su pequeño palacio, ataviada de traje sastre, guantes, sombrero, tacón de gamuza, cartera, estola de piel. Caminaba hacia el centro de Santiago. Compraba dulces en la confitería Serrano. Disfrutaba las últimas novedades de la tienda Gath y Chavez, mientras su cuerpo anidaba su anhelo de ser madre. (SE TIENDE AL LADO DE ALINE. SE ABRIGA CON EL RESTO DE LA MANTA QUE HA TRAIDO. SE QUEDA CON LOS OJOS ABIERTOS. RESPIRANDO AGITADA).
APAGON

La Toma.Reflexiones Inútiles y Patéticas Texto Teatro Sylvia Hernández Guerra.

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