‘Escribo
lo que no puedo compartir, lo que mis gestos y mis palabras no saben expresar,
aquello que quedó enquistado en mi desesperación, algo que me violenta. Mis
personajes traducen mi mal. No hay gestos reparadores en mi teatro. Hay odio,
perversión, resentimiento, violencia abismal. No hay primera intención de
comunicar nada a nadie. Es un vómito de desesperanza, de terror, el peor de los
miedos’ [1]
“La
Toma. Reflexiones Inútiles y Patéticas”
No es
el primer texto dramático teatral que escribo. He escrito otros siete para ser
más exacta, pero es éste, el que he desarrollado en un espacio académico, en la
circunstancia de un Magíster. Es un hijo gestado, nutrido y nacido en la
premeditación, he debido reflexionar su concepción y desarrollo, sustentar el
por qué de su escritura con la investigación, selección de teorías y referentes
que fundamenten su incubación y existencia. Es un trabajo arduo y nutritivo que
ha colaborado en mi equilibrio personal como un proceso sanador. Me ha otorgado
una amplitud de mirada, un incremento en la información y el lenguaje
intelectual, una mejor comprensión y aprecio por mi profesión artística y la
conciencia de que todo ese logro no es solo para
mí, es para ofrecerlo como un legado testimonial.
Estoy segura que no lo hubiera escrito si no fuera por esta
curiosa oportunidad que me ofreció la vida de continuar estudiando en busca de
una maestría en mi oficio. Esto de colaborar a la comprensión de mundos es un
privilegio y una obligación ética. Las mujeres aportamos a la cultura en todos
los sentidos y en todos los espacios. Es importante que como sociedad lo
comprendamos y no olvidemos la importancia y el significado de su presencia
matriarcal. La impronta de nuestras madres, tanto en lo positivo como en lo
negativo, es una herencia que es necesario considerar.
Y es en este punto en donde la educación toma una
importancia relevante. ¿Cómo educamos a seres íntegros que no se transformen en
tiranos? ¿Cómo valoramos a las personas más allá de sus logros y éxitos
materiales? ¿Cómo nos acercamos a la comprensión colectiva de que cada ser
humano es en sí mismo una existencia que contiene su propia oportunidad de ser,
y que es en su interacción con el mundo que le corresponde conocer, todos
tenemos ingerencia y responsabilidad?
Este texto dramático teatral está pensado para
compartirse frente a un público. Detener en un tiempo único, unos y otros nuestras
miradas, para enfocarlas simultáneamente en un relato particular, que desentraña
el dolor aislado que carece de lenguaje y lo abre a la identificación, a la
compasión, a la crítica, dándole voz a los perdedores, a los caídos.
Existe como una propuesta que nos movilice a recuperar
nuestra memoria golpeada y anestesiada en esta aceleración post- post moderna,
globalizada y light que nos hace olvidar y avanzar poniendo en primer lugar de
nuestras existencias los logros materiales. Para mí este periodo ha sido
terapéutico, me he reconciliado con el miedo y el dolor. He mirado mis heridas
como cicatrices de sobre vivencia. Yo no morí en esa ocasión. Como ser humano
de sexo femenino tuve el privilegio de reproducirme. A esas tres hijas, les
debía esta historia. Para ellas puede constituir un fundado en el que se
levanten y construyan cuando lo necesiten. Mi abuela y mi madre murieron
prematuramente, pero aunque hubieran vivido más tiempo, no se habrían atrevido
a abordar estos temas con la libertad que puedo hacerlo en este ahora. Esa es
la libertad que quiero defender y poner a la vista.
He construido una mimesis teatral integrando estilos,
creando representaciones que van desde la canción, lo coreográfico y musical,
lo realista de cuarta pared, lo ritualista y lo performático. La música es un
personaje más en el hecho teatral. Las canciones, las rutinas coreográficas
comparten con el diálogo hablado un equilibrio en los conceptos dramáticos,
sociales, morales y políticos que se quieren representar. Las canciones apoyan
la emoción, producen distanciamiento al estilo brechtiano ironizan y divierten.
Se persigue un teatro musical popular, que en su estructura de espectáculo se manifieste
a través de medios perceptibles, verosímiles que sustenten autónomamente y en
conjunto el impacto general de la obra. Los presentadores son también músicos
en vivo, esto se sugiere como una puesta ideal, al igual que representarla en
el espacio real de un Cementerio.
Son didascalias que complementan la interpretación y
la representación, otorgándole otro elemento sensible y que amplía la dimensión
del espectáculo artístico en una posible puesta en escena.
Con honestidad debo reconocer que en este proceso he
rellenado algunos de mis vacíos de información, entiendo mejor los conceptos
relacionados con la construcción dramatúrgica, he avanzado en la capacidad de
registrar y justificar teóricamente mi impulso de creación artística.
He intentado describir el proceso de creación, en un
lenguaje cercano a lo que soy, a mi capacidad de comprender los estudios
generosos de otros que pensaron antes, lo que para mí era una novedad y un eco
en mis ideas y que me alegraba descubrir. De algún modo he encontrado respuesta
a la inquietud de Aline:
‘Identidad…Profesión. ¿A quién
servir? ¿A quién explotar? ¿Qué fe seguir? Que no sea la fe, en mí. Huyendo de
la esclavitud de las ideas. De las mías, de las de otros. ¿Cómo ser? ¿Quién
ser? Si ya soy. Sacar de sus tumbas de papel, los pensamientos de otros, y
apropiártelos. Mejor eso para esos otros, que ser ignorado, desconocido,
repudiado. Mirando líneas negras que dibujan letras, palabras. Buscar nuevas
combinaciones. Significados, significaciones, en mi cerebro agotado. Como
siempre hablé más de lo necesario. Me expuse torpemente. Esa lengua incontinente
mía me liquida. Siempre la garganta apretada, como un eterno lloro que oculto
malamente tras mis labios sonrientes.’[2]
Y para
finalizar que mejor que citar a Heidegger:
‘Ahora resulta claro en qué sentido
la muerte desempeña una función decisiva en la constitución del Dasein como
totalidad auténtica: al anticiparse en la propia muerte, el Dasein ya no está
disperso ni fragmentado en las diferentes posibilidades rígidas y aisladas,
sino que las asume como posibilidades propias que incluye en un proceso de
desarrollo siempre abierto precisamente por ser siempre un proceso para la
muerte. La muerte posibilita las posibilidades, las hace aparecer
verdaderamente como tales y así las pone en posesión del Dasein, que no se
aferra a ninguna de ellas de manera definitiva, sino que las inserta en el
contexto siempre abierto del proyecto propio de existencia. A partir de ahora
podemos afirmar que sólo al anticipar la muerte propia, que posibilita
posibilidades, el Dasein tiene una historia, es decir, un desenvolvimiento
unitario más allá de la fragmentación y de la dispersión.’[3]
[1],
Pavlovsky,Eduardo. Teatro del estupor, citado por Carolina Muñoz en
artículo Revista Acta #29. 2004.
disponible en http://www.scielo.cl/pdf/actalit/n29/art05.pdf (20 de abril 2007)
[2] Hernández, Sylvia. Op. Cit. nota nª40. Texto
personaje Aline.
[3] Vattimo, Gianni. Introducción
al ‘Ser y Tiempo’ de Heidegger. De Introducción a Heidegger, traducción
de A. Báez, Gedisa, México, 1987 Disponible en
http://homepage.mac.com/eeskenazi/vattimo_heidegger.html (17 de junio, 2009).
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