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Si busco una definición de memoria, lo primero en que pienso es en algo
que ya ha sido, que está situado en el pasado, registrado en lo que ya ha
sucedido, que por lo tanto, debo traer al pensamiento presente y re elaborarlo
desde la reminiscencia.
Compartir un proceso de creación
dramatúrgica , más aún, teorizar acerca de éste, no es una tarea sencilla para
mí. Mis inseguridades y vacíos de información me hacen dudar que pueda aportar
algo que sirva al tema. Me entusiasma eso sí, reflexionar acerca de un lenguaje
que me produce placer y predilección. Me refiero al lenguaje del Teatro, del
que he sido amante y oficiante por treinta y tres años. He vivido el Teatro
desde la práctica y como es común en casi la mayoría de los actores, sin dejar
registro teórico de los hechos teatrales, tanto desde su proceso de ensayo y
creación, como de lo que sucede cuando el producto artístico se entrega al
espectador. Si lograr ese registro es complicado, lo es más desde el punto de
vista de la autoría de un texto dramático teatral, propósito que se convierte
en una responsabilidad agobiante de la que espero salir bien librada y compartir
la experiencia con quien le pueda interesar.
Vomitar no es un acto racional. Es
un estallido del cuerpo que ya no soporta más. Puedes accionar el excusado y no
mirar lo expulsado. O se puede revisar asqueada lo devuelto, y analizar los
contenidos. Comprender lo que te ha hecho mal. Evitarlo, o mejor aún, crear un
antídoto.
Es lo que hice en la “La Toma. Reflexiones Inútiles y Patéticas”.
El germen es auto referente. Se construyó con mi memoria, con la
presentación de la representación de mi identidad, dialogando con las
influencias y referencias culturales que han formado y deformado mi historia
personal, con el propósito de objetivar los temas, compartirlos y proponerlos a
una mirada colectiva convertida en una creación teatral. En un producto
artístico para ser compartido con otros en un ritual, un exorcismo de revivir
lo trágico para liberarse.
El beneficio de una Beca Valech para continuar
estudios superiores, me permitió ingresar en el 2007, a la Facultad de Artes de la Universidad Católica
de Chile para la realización de un Magíster en Artes, mención Dramaturgia.
Propuse el proyecto de creación que ha dado como
resultado esta obra, que se planteó como tesis, encontrar un ethos femenino en el cruce de los relatos de tres mujeres
chilenas testigos y víctimas de un pasado reciente en común, el Golpe de Estado
1973. Mujeres que portan en sus mundos personales fracturas invisibles,
consecuencias de crímenes de lesa humanidad, que a pesar de que parecen
cicatrizadas, duelen, brotan y sangran a veces.
Pude
haber elegido otro tema menos sensible y expuesto para mí, pero era un germen
demasiado fuerte y se impuso como una obsesión que ocupaba mis pensamientos. Me
preguntaba si debía:
¿Darle
sentido al Teatro o no darle? ¿Mostrar, sin filtrar? ¿Desnudarse?
Atormentarse
se.se.se…Ser...
Vivir
del Arte. Para el Arte. Ser Arte.
Llevar
tu vida con arte.
Casa-arte,
caz- arte- rearm-arte- odi- arte-mir- arte
Am-arte.
Asistía
a una lujosa cena de manjares, cocinada por los que pensaron el Arte.
Alimentando
mis neuronas moribundas, exigiéndoles que hicieran sinapsis.
Las ya
muertas ni se enteraron como sabía tal jalea real.
Me pregunté ¿sería oportuno escribir sobre un tema del
que se nos ha sugerido tanto y de distintas maneras, tomar la opción del perdón
y el olvido? Es comprobable que hoy vivimos en un país distinto en lo político
y lo social, nuestra sociedad está más abierta a discutir temas que antes no se
tocaban y tenemos libertad para expresar lo pensamos.
¿Qué nos ha pasado en lo
emocional, en lo afectivo, como seres humanos, en estos años de re construcción democrática?
La historiadora María Angélica Illanes menciona:
‘La
masa homogeneizada y domesticada en torno al mercado, la clientela y la
televisión. Desde el punto de vista político, estas nuevas categorías
visualizan las masas jugando en la arena electoral, des-ideologizádamente, en
torno a problemas locales, ecologistas, legalistas y pragmáticas que fundan una
visión política como práctica, aparentemente sin proyecto o ideario de
sociedad. Sin utopía. Sobre el proyecto de la ‘razón social’ se habría impuesto
el ‘deseo individual’.[1]
Parecía
necesario hacer visible a esta ‘masa homogeneizada y domesticada en torno al
mercado, la clientela y la televisión’ revisando el pasado inmediato, el efecto
social, económico y político, vivido y sufrido por los componentes de la
sociedad chilena herida por la dictadura. Exponer sin rencor. Intentar sanar el
dolor, saldar las cuentas pendientes. Comprender que las fracturas morales se
pueden elaborar para aceptar los errores, pedir disculpas, perdonar y evitar
repetir las razones que nos hicieron víctimas y victimarios. Quise además
compartir el desasosiego que me produce la polarización permanente, la odiosa
comparación, entre inocentes y culpables, entre caínes y abeles, buenos y
malos, estrellas y estrellados, mimados y desafortunados, exitosos y
fracasados, que nos posiciona crítica e hipócritamente y nos hace descalificar
a los ‘otros’ como enemigos, permitiéndonos en casos extremos en un momento
histórico, hasta el derecho de la aniquilación fratricida. Acepté el potencial
dramatúrgico que había en los acontecimientos sucedidos pre y post dictadura, y
en el difícil tránsito a recuperar la democracia chilena. Una circunstancia
política histórica, que oscureció nuestra identidad, convirtiéndonos en una
nueva sociedad algo alelada y con doble estándar, que carga en su pensamiento
colectivo, lo quiera o no, a los muertos y desaparecidos.
A los torturados, a los exiliados, a familias
separadas, retornados que se miran y no se reconocen, sintiéndose en un lugar
desconocido y extraño al país del que se fueron. Torturados y torturadores,
habitando nuestro país, dañados física y moralmente, hemos intentado aprender a
convivir con lo que hay, poniendo con buena intención el propósito de la
evasión y el olvido. Pero tal vez no debamos olvidar sin comprender y memorizar
que quien perpetra un crimen de lesa humanidad no sólo es el ejecutor final,
esta injuria es una consecuencia de modelos constituidos en el aprendizaje de
una sociedad, con los criterios y des criterios de su devenir histórico, que un
momento desgraciado han validado y justificado tales acciones y abusos de poder
desde el Estado y sus agentes.
[1] Illanes María
Angélica. “La Batalla
de la Memoria”.
Buenos Aires, Biblioteca del Bicentenario Planeta /Ariel 195-196p.