miércoles, 14 de febrero de 2007




O quizas simplemente te regale una rosa....
Era una jovencita ,de adolescente metida a grande . ya estaba casada y vivia en Rancagua,en la villa Triana ,tenía una casa que arrendábamos a un conocido árbitro de esos tiempos ,año 1969.
Como era inquieta ,y quería seguir estudiando, tres veces a la semana viajaba
a Santiago al Instituto Norteamericano ,estudiaba inglés.
Esos días temprano en la mañana ,tomaba una liebre, (minibus) para llegar al terminal.
De la misma villa se subía un joven delgado de rasgos huesudos ,ojos dulces ,pelo lacio pero desordenado ,ahora su aspecto físico lo relaciono con los animés japoneses .

Me miraba con sus ojos avellana y yo respondía a su mirada con pudor ,pero
con una inquietud interna . Parecíamos conversar con telepatía .
Yo sentía su admiración silenciosa, dulce ,acariciante y me la llevaba en el viaje.
No recuerdo si nos hablamos alguna vez .
Un día de lluvia copiosa lo encontré en Santiago ,a la salida del Instituto ,en la calle Moneda empapado hasta los huesos ,su mirada me recordaba a la dulzura amorosa y leal incondicionalidad de mi perro. Las goterones de lluvia se desprendian de su pelo y de su cuerpo cubierto con una mantita de alpaca liviana color café claro.
Me entrego una rosa roja ,cambiamos algunas palabras, y yo con el signo del cartuchismo maximo improntado por mi crianza, tuve miedo de aceptar esa
expresión de amor y lo dejé pasar.Ni siquiera le di tiempo para un café.
Yo era una señora casada...
A los pocos meses esa lealtad fue traicionada
y aterricé violentamente del cuento de hadas que creía tener ,al enterarme que
mi bello marido llevaba siete meses de novio con una muchachita que se llamaba
igual que yo.

Treinta y dos años después relato en el día de San Valentín un amor que no concreté pero que me dejó este dulce recuerdo.

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